viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Qué significa ser un pedagogo venenoso?

“La psicoanalista austríaca Alice Miller (1980), en su libro For your own good (“Por tu propio bien”), afirma que la pedagogía venenosa tiene lugar cada vez que las personas adultas abusan del niño, ya sea física o psicológicamente, bajo el pretexto de que este tipo de acciones son beneficiosas para éste” (Fernández Balboa, 2005).
“Una vez sometido con frecuencia a este proceso de dolor y decepción, el niño llega al extremo de negar sus propias emociones y de aceptar como normal (incluso como bueno) lo que el adulto hace. De hecho pocas alternativas tiene el niño, dado que ni puede defenderse físicamente, ni puede huir, ni puede entender lo que está pasando. Por consiguiente, el único remedio que le queda es negar sus propias emociones y sentimientos de afligimiento,  rabia, pena y dolor, hasta el punto de aceptar como cierto y como bueno lo que se le dice y hace. Claro está, cuando el niño sus propias emociones y sentimientos, pierde el compás de su propia personalidad y las substituye por las acciones y palabras que ha aprendido de la persona mayor. Sin embargo, los verdaderos sentimientos no se eliminan, sino que se quedan en el subconsciente y emergen inesperada y violentamente a edades más avanzadas” (Fernández Balboa, 2005).


Características de la pedagogía venenosa

Pues bien, una vez investigado sobre el tema hemos llegado a la conclusión de que ¡¡¡hemos sido unos pedagogos venenosos!!! Muchas veces cuando me venían niños/as llorando a la piscina, incluso algunos montando números desorbitados, porque le tenían un pánico terrible al agua (u otras razones) mi solución era que “lo bueno” para el niño/a era permanecer en la piscina porque si permitíamos que se fuera con la madre/padre nunca aprendería a no llorar para entrar a la piscina. Pues en algunos casos funcionó, incluso en una sola clase, pero de esta manera sin darme cuenta estaba siendo un pedagogo venenoso ya que lo único que me importaba era que el niño no llorara cuando entrara a la piscina. Por lo tanto, los niños/as aceptaban como bueno lo que los padres y yo (como monitor) les transmitíamos quedándose en la clase realizando algo a lo que tenían pánico.

La natación tiene innumerables beneficios pero quizás en estos casos debería ser el niño/a quien por voluntad propia quisiera descubrir la natación y no obligándolo en contra de su voluntad.
 En el siguiente post seguiremos profundizando en el tema e intentaremos combatir la pedagogía venenosa así como seguir analizándola desde nuestra experiencia para que sirvan de ayuda a nuestros compañeros/as y lectores/as.


Por último recomendar el libro: “La otra cara de la enseñanza. La Educación Física desde una perspectiva crítica.” de Álvaro Sicilia Camacho y Juan Miguel Fernández Balboa (coord.) del año 2005 y de la editorial INDE; el cual nos interesa como futuros educadores físicos. Exactamente el capítulo 7 (punto 3.2) habla sobre la pedagogía venenosa.

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